amores y desengaños,
con una lente que filtrase ambos,
triunfarían, sin duda, los primeros.
Corazones sinceros, entregados
al noble arte de amar.
No siempre fui merecedora
de lo que recibí. En ocasiones,
marchando sin timón,
fui causa de naufragios.
Aún así, ellos pintaron
mi vida de colores,
la sembraron de flores,
fueron luz inextinguible,
sonrisa perenne, para un corazón
no siempre dichoso, lunas fulgentes
que, en ocasiones, alumbraron
espacios sombríos. Todavía
puedo ver sus rostros,
flotando en una suerte de nimbo,
que rocía sobre mi su querencia.
De los otros, nada que decir.
Fueron el mal preciso,
para marcar el justiprecio
de lo que un día, quizás,
no obtuvo la justa estima.
A ninguno de los últimos
guardo rencor. De ninguno reniego.
De ninguno queda más que un recuerdo,
remoto e impreciso.
De ahora para atrás, solo cotiza el hoy.
Lo que me inflama la sangre y me hace
sentir la ilusión necesaria, para
a pesar de percances, de rutinas,
afrontar las noches de invierno,
vestida de sueños y, felizmente,
poblada de caricias.
© Sofía B.
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