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martes, 30 de junio de 2015

CLAVADO EN EL COSTADO




                                                Fotografía: Sofía B.


Clavado en el costado, me dejaste
el témpano de hielo de tu ausencia.
Desde entonces, no ha vuelto
la luna a hacerme guiños, ni tampoco
me he embriagado nuevamente
de olor a mar salvaje. Cuando intento
arrancarme este dardo, siento que muero.
Me exceden tus razones y tu frío me huele
a camposanto. ¡Qué dolor tan profundo
fluye, de esta herida sangrante!.
He de dejar de amarte, no lo dudes. 
Hoy intento arrancar el aguijón
que me hiere tan profundamente,
para, al fin, de modo natural, continuar 
con el fatal proceso de olvidarte, ya sabes:
“irme haciendo” a la orfandad del alma.

Sofía B.®


domingo, 28 de junio de 2015

UN DÍA, EL TIEMPO...


                                            Fotografía: Sofía B.



Un día, el tiempo
nos miró sorprendido.
Habíamos marchado,
tú en busca de las viejas raíces,
yo, fugitiva, en pos de un lazo
estrecho, que me atase,
entre lo fuerte y lo liviano.
Fue sin muecas, sin despedidas;
ni tú ni yo empleamos recursos
ya manidos, lágrimas o suspiros.
Nos separamos en silencio,
huérfanos de los sueños.


Sofía B.®

miércoles, 24 de junio de 2015

¿INTENTARLO? ¡SIEMPRE!

“Un sueño puede mantenerte en pie, cuando a tu alrededor todo se derrumba.”

“Hazlo, o no lo hagas, pero no lo intentes”.  Esta frase, pronunciada por el maestro Yoda en uno de los films de la serie de culto “La guerra de las galaxias” pretendía convertirse en una máxima, en una filosofía de comportamiento. Sin embargo, resultó en realidad uno de los peores consejos que se podría dar a quienes afrontan la vida con ilusión y valentía. 

Pasamos la vida haciendo planes, que sabemos, en nuestro interior, que nunca culminaremos; perseguimos un sueño, conscientes de que nunca se hará realidad. Pero esto, a pesar de que pudiera parecer frustrante e incluso llegar a serlo, se convierte en la tabla de salvación a la que aferrarnos cuando la realidad nos supera.

La vida, sin ilusiones, se convierte en un camino de espinas, en una montaña imposible de coronar. Por eso, el abrir una ventana a la esperanza en forma de proyecto –aun cuando sea previsiblemente quimérico- nos aporta el oxígeno suficiente para seguir adelante. Hallamos un motivo por el que seguir abriendo los ojos cada amanecer, para levantarnos dispuestos a enfrentar el día a día. En esos momentos, el proyecto/sueño anhelado, produce el mismo efecto que la vista de un arroyo cristalino al que está muriendo de sed: el impulso desesperado de continuar avanzando –arrastrándose si fuese menester- hasta llegar al líquido precioso, sinónimo de vida.

Cuando fallan las fuerzas resulta lógico sentir la tentación de tirar la toalla, a pesar de saber que la renuncia es la peor de las opciones. Vale la pena entonces echar mano de todas nuestras reservas de autoprotección e instinto de conservación, y decirnos a nosotros mismos que no importa cuánto demoremos los plazos de llegada, siempre que continuemos en el camino. Que no importa cuánto tardemos en alcanzar la meta, ni lo lejana que ésta se encuentre, siempre que no renunciemos a llegar algún día. 

Y tal vez no llegaremos; por más que persistamos, nunca hay garantías. A veces la tentativa se queda en eso, mera tentativa, pero de cualquier modo siempre habrá valido la pena el intento por si mismo, aunque no dé el fruto deseado. Estamos realmente vivos en tanto mantenemos vivas nuestras ilusiones, nuestros sueños. Cuando ellos mueren, nos convertimos en seres grises; en almas sonámbulas perdiéndose en la oscuridad de la nada.

Sofía B.®

sábado, 13 de junio de 2015

Pena y Alegría del Amor






Mira cómo se me pone
la piel, cuando te recuerdo...

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco,
de la herida que atraviesa,
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos,
y cuchillos en los dedos,
y en mi sien, una corona
hecha de alfileres negros.

Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
¡y sin embargo, te quiero!

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio;
de ortigas y de chumberas,
de cal de arenas y de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo,
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
Y yo bien sé que me quieres,
y tú sabes que te quiero,
y lo sabemos los dos,
y nadie puede saberlo...

¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría
quererte como te quiero!

Cuando por la noche a solas,
me quedo con tu recuerdo,
derribaría la pared
que separa nuestro sueño.
Rompería con mis manos
de tu cancela los hierros
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego... ¡qué se me da
quedarme en tus brazos, muerto!...

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo, luego,
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.

Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
por acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo,
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo;
y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales,
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo...

Ayer, en la Plaza Nueva,
- vida, no vuelvas a hacerlo-
te vi besar a mi niño,
a mi niño, el más pequeño,
y cómo lo besarías,
¡ay, Virgen de los Remedios!
que fue la primera vez
que a mí distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa
alcé mi niño del suelo
y, sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso,

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Mira: pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra,
aun cuando lo sepa el pueblo
y pongan nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
¡sígueme queriendo así
tormento de mis tormentos!

¡Ay, qué alegría y qué pena

quererte como te quiero!


RAFAEL DE LEÓN 

LLORA LA LUNA





Llora la luna,
con lágrimas calladas,
sobre mi alma.

Flor del desierto,
bendita seas siempre,
dulce esperanza.

Gota de agua
estancada en mi pena,
fría y callada.

Pido al olvido
que se lleve en sus brazos
este martirio.


Sofía B.®

miércoles, 3 de junio de 2015