(A Pedro J. G.)
¿Recuerdas? Claro que sí,
soy aquella muchacha de ojos soñadores
y mirada enamorada. Esa que tantas veces
te hizo su confidente, sin saber del dolor
que te causaba, hasta aquel día, en el que
todo saltó en pedazos. La presumida, la coqueta,
la que se iba mirando en los cristales de los escaparates
y ¡cómo sonreías! mientras yo, ruborizada,
fingía no darme cuenta. ¡Qué lejos queda todo!
y sin embargo parece tan cercano. Soy la misma,
pero me cuelga del corazón una mochila,
que demasiado pesada, que apenas me permite
seguir caminando. Soy la misma, pero mis ojos
han perdido parte de su brillo y mi mirada
se ha llenado de ternura y compasión
por tanto y tanto. Ya no me miro en los escaparates,
apenas furtivamente en el espejo antes de salir,
y solo presumo de haber mantenido intacta
la esencia, que me hace sentir que vivir,
ha merecido la pena.
Sofía B. ©
¿Recuerdas? Claro que sí,
soy aquella muchacha de ojos soñadores
y mirada enamorada. Esa que tantas veces
te hizo su confidente, sin saber del dolor
que te causaba, hasta aquel día, en el que
todo saltó en pedazos. La presumida, la coqueta,
la que se iba mirando en los cristales de los escaparates
y ¡cómo sonreías! mientras yo, ruborizada,
fingía no darme cuenta. ¡Qué lejos queda todo!
y sin embargo parece tan cercano. Soy la misma,
pero me cuelga del corazón una mochila,
que demasiado pesada, que apenas me permite
seguir caminando. Soy la misma, pero mis ojos
han perdido parte de su brillo y mi mirada
se ha llenado de ternura y compasión
por tanto y tanto. Ya no me miro en los escaparates,
apenas furtivamente en el espejo antes de salir,
y solo presumo de haber mantenido intacta
la esencia, que me hace sentir que vivir,
ha merecido la pena.
Sofía B. ©