Ayer le hablé de ti a la madrugada.
Al dolor que me asalta, y al desvelo
que nace de tu ausencia, y hasta al duelo
que reposa, al bies de mi almohada.
Hablé de ti a las luces, a las sombras;
a la argentina luz de la mañana,
a la ardiente pasión y al cruel deseo;
a mi profunda sed y a la nostalgia.
A las aceras, a las vallas.
Al río que nos lleva.
A los anuncios breves,
por palabras.
Al amor que aún no te he confesado.
A tu tibieza.
Al triunfo de la razón
y a mi tristeza.
De ti le hablé a la luna,
a las estrellas.
Ofrecí mi regazo a la ternura,
sangré hasta la vergüenza;
sollocé amor al viento
y sentí el desaliento
que vence
cuando ya no se sueña.
S. Barral ©
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