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miércoles, 30 de julio de 2014

NOCHE SERENA




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Noche calma,impregnada 
de aromas a tomillo y romero.
Bajo la luna clara,
me tiendo sobre la hierba, 
los labios entreabiertos,
húmedos de rocío
y los ojos clavados en el cielo
en busca de una NOVA
a la que dar tu nombre.
Serena. Anida la paz en mi alma.
Los ojos se entrecierran
en duermevela. No pesa el aire
y apenas se balancean las ramas.
El río próximo, tintineante, 
levemente acariciado
por los rayos dorados de la luna,
hace ecos que van salpicando
y se entremezclan con sonidos, 
murmullos apenas audibles,
indefinidas cadencias,
envueltas en misterio, cómplices
de la magia que desprende
esta serena noche de septiembre.

© Sofía Barral. Enero 2005



REFLEXIÓN SOBRE EL TIEMPO

         

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                Reflexión sobre el tiempo

Dicen que el tiempo es uno de nuestros peores enemigos. Reflexionando sobre ello es fácil hallar razones que lo demuestran, y que parecen incuestionables:


El tiempo transcurre y va robándonos nuestros sueños, cuando apenas acabamos de alcanzarlos y, en cualquier caso, cuando todavía no hemos podido disfrutarlos.

Convierte nuestras palabras en armas arrojadizas, que vuelven sus filos hirientes contra nosotros mismos, devolviéndonos un discurso del que ya ni siquiera la memoria guarda el recuerdo de haberlo pronunciado.

Como un gran farsante, nos regala una y otra vez las mismas miserias, envueltas para cada ocasión en papeles de diferentes colores, que una y otra vez nos ciegan haciéndonos caer en su trampa de apariencia brillante.

A veces, aparenta generososidad, y nos transporta a momentos que nos sacuden el alma y nos encogen el corazón, mostrándonos algo que aparenta tan hermoso, que simplemente el hecho de saber que existe nos transforma, y nos hace soñar con poseerlo; pero se trata de un regalo envenenado, y la generosidad se torna en burla, cuando finalmente el sueño escupe una carcajada a nuestra alma, mientras el objeto de nuestro deseo, que nunca es tan maravilloso cómo parecía (aunque claro, eso no lo vemos nunca hasta que el maldito tiempo retira el velo que lo ocultaba de nuestros ojos), desaparece, atropellando en su huída a nuestro corazón, dejándolo herido, derrotado e incluso a veces irremediablemente destrozado.

Y por fin, nos torna las sienes blancas, mientras el corazón sigue saltando bullicioso. Nos encierra un alma ansiosa de aventura en un cuerpo marchito y decrépito. Nos castiga con la película, proyectada en sesión continua, de nuestra decadencia, pero sobre todo nos compra el billete aún a sabiendas de que no deseamos viajar, y nos impone el destino menos deseado.....

Venimos al mundo, y desde la primera bocanada de aire comienza nuestra lucha contra el tiempo. Alcanzamos la capacidad de razonar, desear, soñar o ilusionarnos y nos pasamos media vida, soñando con que el tiempo transcurra y nos permita acceder a lo que en cada momento nos resulta inalcanzable. Pero pronto, mucho antes de lo imaginado, empezamos a luchar contra su paso, y finalmente soñamos con detener su avance inexorable y así evitar que el final nos dé alcance.

Yo, tiempo, he decidido ignorarte, al menos mientras pueda. Sé que en algún momento habré de pararme a pensar en ti, en cómo burlarte, en cómo aprender a convivir contigo. Se que tendré que hacerlo, y pronto, pero ahora, habrás de disculparme…...no tengo tiempo.


© Sofía Barral. Enero 2005


SOLSTICIO DE VERANO



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Mágica noche, de meigas y trasgos.
De conjuros al calor de la hoguera.
Nueve mujeres desnudas, esperan
la embestida de nueve olas 
que fecunden sus vientres estériles.
Nueve estrellas brillantes,
dibujan en la noche misteriosos trazos.
Nueve sirenas, cabalgan
la espuma del mar que acaricia
blandamente la arena.
La luna, pálida, ilumina las piedras
de la vieja capilla, ara antaño
de antiguos ritos celtas.
Cielo, mar y tierra se unen,
en gritos arrancados
a las gargantas de aquellos,
que retando a las llamas,
musitan conjuros ya olvidados.

Noche de embrujo, de misterio.
¡Mágica noche de meigas y trasgos.!

© Sofía Barral. Enero 2005


SOLA



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Estaba sola.
Nadie amanecía en su mirada.
Nadie acompañaba sus pasos, lentos,
errantes, por caminos oscuros,
ocultos en las sombras
de tantos fríos y grises atardeceres.
Nadie venía a arropar sus sueños,
cuando precisaba de refugio.
Nadie, a saciar su hambre
de unas manos generosas en caricias.
Y en soledad, preñada 
de dones que compartir, de semillas
que sembrar en otros corazones,
a su llamada nadie acudía, y ella
se bebía su tristeza, y a su soledad
el llanto de sus ojos ofrecía.

© Sofía Barral. Enero 2005




MI RÍO




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Mira, este río,
pintado en azules y grises.
Orillea a la par de mis pasos.
Se detiene a escucharme
desgranar mis historias.
Yo las dejo acunarse en su cauce;
¡y es mío este río,
y es ajeno, como tu amor.!
Se resiste a entregarse,
y fluye en paralelo a mis deseos.
Baña las orillas, donde soy
tierra y agua;
me nutre de reflejos plateados,
de luz de luna blanca; de aire

henchido de olor a vida…
Y mis lágrimas se funden con sus aguas
y bogan, en silencio, calmas,
peregrinas, al mar.


© Sofía Barral. Enero 2005



UNA CARTA DE AMOR



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                          Una carta de amor

Amor: 

Ojalá me dejases saber de ti, conocer de ti. De como te sentiste ante esto o aquello. Quisiera saber de cada instante, que ha hecho de ti el que eres. Pasear por tus atardeceres de antaño, y cogidos de la mano, detenernos de cuando en cuando a contemplar sus momentos, incluso los que dejaron un poso amargo. 

Ojalá me dejases mirar con tus ojos, acariciar con tus manos, sentir con tu corazón; incluso hacerme pedazos y quebrarme con tu dolor. Tal vez así podría comprender tus silencios, tus ausencias. Tal vez entonces sabría qué es lo que tantas veces te arrastra hasta algún oscuro rincón de tu alma, dónde permaneces escondido, ¡tan lejano a mi!.

Discúlpame si he irrumpido en tu vida, antes tranquila, removiendo viejas heridas, arañando los más recónditos rincones de tu alma. Perdóname si agito tu calma, obligándote a pensar cuando no lo deseas. 

Disculpa que me cuele en tu corazón como una intrusa, e intente, sin ningún pudor, desnudarlo. Créeme, jamás he deseado ser tormenta perturbadora de tu paz, y no puedo dejar de lamentar la torpeza que despliego cuando no sé cómo llegar a ti y me muevo a tu alrededor, rondándote como un ladrón, que aun temiendo ser descubierto, no es capaz de abandonar el preciado objeto que pretende. 

Aun así he decidido vestirme de valor, y prometerte que todo va a cambiar, que puedo alcanzarte, que puedo rozarte sin derribarte. 

Ahora estoy aquí, sola, y sé que no tendrá cabida el deseo en esta noche, en la que la luna me brinda su suave arrullo, mientras me acuna tu silencio ausente. Se que no habrá palabras que te traigan hasta el hueco que para ti guardan mis brazos. Pero te presiento cerca, y ha de bastar con el tierno efluvio que llega a mi piel desde la calidez de tu mirada, con el aliento que se escapa de entre tus labios, con el latido de tu corazón ardiente o la explosión de los sentidos que mi alma presiente cuando me rozas. Todo ello será más que suficiente para hacerme desplegar las alas, a favor del viento, dispuesta a volar a tu lado, tratando de alcanzar nuevos espacios dónde dejarme fecundar por lunas nuevas. Vayamos pues, amor, en pos de nuevas primaveras.

  © Sofía Barral. Enero 2005