Nunca se había entregado
en brazos del destino
tan libre de cautela.
Nunca se había sentido
tan atrevida y a la vez
tan condenada.
Nunca antes presintió
que la fatalidad
sería compañera,
con una aceptación
nacida, quién sabe,
de qué recóndito lugar
del corazón.
Sofía B. ©
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