“Un
sueño puede mantenerte en pie, cuando a tu alrededor todo se derrumba.”
“Hazlo, o no lo hagas, pero no lo intentes”. Esta frase, pronunciada por el maestro Yoda en uno de los films de la serie de culto “La guerra de las galaxias” pretendía convertirse en una máxima, en una filosofía de comportamiento. Sin embargo, resultó en realidad uno de los peores consejos que se podría dar a quienes afrontan la vida con ilusión y valentía.
Pasamos la vida haciendo planes, que sabemos, en nuestro interior, que nunca culminaremos; perseguimos un sueño, conscientes de que nunca se hará realidad. Pero esto, a pesar de que pudiera parecer frustrante e incluso llegar a serlo, se convierte en la tabla de salvación a la que aferrarnos cuando la realidad nos supera.
La vida, sin ilusiones, se convierte en un camino de espinas, en una montaña imposible de coronar. Por eso, el abrir una ventana a la esperanza en forma de proyecto –aun cuando sea previsiblemente quimérico- nos aporta el oxígeno suficiente para seguir adelante. Hallamos un motivo por el que seguir abriendo los ojos cada amanecer, para levantarnos dispuestos a enfrentar el día a día. En esos momentos, el proyecto/sueño anhelado, produce el mismo efecto que la vista de un arroyo cristalino al que está muriendo de sed: el impulso desesperado de continuar avanzando –arrastrándose si fuese menester- hasta llegar al líquido precioso, sinónimo de vida.
Cuando fallan las fuerzas resulta lógico sentir la tentación de tirar la toalla, a pesar de saber que la renuncia es la peor de las opciones. Vale la pena entonces echar mano de todas nuestras reservas de autoprotección e instinto de conservación, y decirnos a nosotros mismos que no importa cuánto demoremos los plazos de llegada, siempre que continuemos en el camino. Que no importa cuánto tardemos en alcanzar la meta, ni lo lejana que ésta se encuentre, siempre que no renunciemos a llegar algún día.
Y tal vez no llegaremos; por más que persistamos, nunca hay garantías. A veces la tentativa se queda en eso, mera tentativa, pero de cualquier modo siempre habrá valido la pena el intento por si mismo, aunque no dé el fruto deseado. Estamos realmente vivos en tanto mantenemos vivas nuestras ilusiones, nuestros sueños. Cuando ellos mueren, nos convertimos en seres grises; en almas sonámbulas perdiéndose en la oscuridad de la nada.
Sofía B.®
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