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martes, 16 de abril de 2019





"A menudo encontramos nuestro destino por el camino que tomamos para evitarlo" 
(Jean de la Fontaine)


Vivía en Bagdad un comerciante llamado Zaguir. Hombre culto y juicioso, tenía un joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho. Un día, mientras Ahmed paseaba por el mercado de tenderete en tenderete, se encontró con la Muerte que le miraba con una mueca extraña. Asustado, echó a correr y no se detuvo hasta llegar a casa. Una vez allí le contó a su señor lo ocurrido y le pidió un caballo diciendo que se iría a Samarra, donde tenía unos parientes, para de ese modo escapar de la Muerte. Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo más veloz de su cuadra, y se despidió diciéndole que si forzaba un poco la montura podría llegar a Samarra esa misma noche. Cuando Ahmed se hubo marchado, Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato encontró a la muerte paseando por los bazares.

– ¿Por qué has asustado a mi sirviente? – preguntó a la Muerte- Tarde o temprano te lo vas a llevar, déjalo tranquilo mientras tanto.

– No era mi intención asustarlo -se excusó ella – pero no pude ocultar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra.


NOTA: Este cuento parece ser que procede de "Las mil y una noches", aunque ha sido atribuído a autores que simplemente lo utilizaron como prólogo o introducción en alguno de sus relatos.

sábado, 16 de junio de 2018

A VUELTAS CON LA MUSA





Ando a vueltas con la musa.
Me hace muecas desde lejos
y su irónica sonrisa,
deja claro que no piensa
acudir en mi procura,
ante este duro estiaje,
que tanto y tanto me pesa.

Ahora, juega a esconderse
y pícara me atormenta,
desde este o aquel lugar.
Como en juego de estrategia
se manifiesta, burlándose
de mis miedos, con malicia.

Y, a vueltas ambas seguimos,
mientras que ella, traviesa,
sigue escondiendo los versos
que precisa mi codicia:
desmadejar la madeja,
siempre en busca de su extremo.

¡Cómo se agostan mis días!

¡Qué nostalgia de esos versos!

Sofia B. 

martes, 24 de abril de 2018

Tristeza de amor. Hilario Camacho.

A VECES...






A veces, la persona que habita en mi espejo
me contempla, con un aire de seriedad preocupante,
con un gesto severo, que me sabe a reproche.

Tiempo ha ya que observa
un amago de dolor, en la imagen
que le devuelvo desde el otro lado.

Pero ella no entiende de almas fatigadas.
De lentos olvidos que nos conducen
a la derrota de las voluntades.

Yo intento explicarle:
- ¡Querer es tan doloroso como inevitable!.
y me mira con sorpresa, interrogante.

Es entonces cuando entras TÚ.
Tan solo tú podrías ilustrarle
sobre como desaparecen las cosas…

Cómo se van y ya no vuelven,
por más que persista la añoranza
y queden flotando entre las sombras grises.

Recuerdo que, a tu lado,
tenía poco que ver con quien ahora soy.
Fui.. como un espejismo.

Y, de todos, mi peor recuerdo es
que no sabía si hablábamos de lo mismo,
cuando hablábamos de amor.




Sofía B.