"A menudo encontramos nuestro destino por el camino que tomamos para evitarlo"
(Jean de la Fontaine )
Vivía en Bagdad un comerciante llamado Zaguir. Hombre culto
y juicioso, tenía un joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho. Un día,
mientras Ahmed paseaba por el mercado de tenderete en tenderete, se encontró
con la Muerte
que le miraba con una mueca extraña. Asustado, echó a correr y no se detuvo
hasta llegar a casa. Una vez allí le contó a su señor lo ocurrido y le pidió un
caballo diciendo que se iría a Samarra, donde tenía unos parientes, para de ese
modo escapar de la
Muerte. Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo
más veloz de su cuadra, y se despidió diciéndole que si forzaba un poco la
montura podría llegar a Samarra esa misma noche. Cuando Ahmed se hubo marchado,
Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato encontró a la muerte paseando por
los bazares.
– ¿Por qué has asustado a mi sirviente? – preguntó a la Muerte- Tarde o temprano te lo vas a llevar, déjalo tranquilo
mientras tanto.
– No era mi intención asustarlo -se excusó ella – pero no
pude ocultar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita
con él en Samarra.
NOTA: Este cuento parece ser que procede de "Las mil y una noches", aunque ha sido atribuído a autores que simplemente lo utilizaron como prólogo o introducción en alguno de sus relatos.
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