Ahí van los poemas de un amigo, poeta cordobés: Ginés Serrallo. Se que gustarán. Gracias, amigo, por compartirlos
No recuerdo donde comenzó
mi vida a caminar por la melancolía,
recuerdo, que mis huellas
se habían llenado antes de inciertas
alegrías, ligeras noches
anidaron por mis cabellos hace tiempo.
Y ahora, cuando el otoño
va dejando paso a la nieve de los años
vienes tú, escarchando rocíos
sobre mis sueños
levantando banderas en las nubes
incendiando de luz
mis vacías ventanas.
No me llegues con prisas
pues mis batallas con la luna
no tienen tiempos
y en tus ojos de zafiro
quiero soslayarme, interpretando
cada pestañeo,
como si de un misterio
se tratase.
No me dejas palabras
con las que hilvanar un instante
de lluvia sobre tus labios
ni tampoco acceder a los encantos
de las palabras que el amor posee,
debo ser pobre de espíritu
y solo poseo la paz de los condenados
a sucumbir en tus abrazos.
Vienes alumbrando mis sombras
alzando mis vientos en tus montes;
traes páginas con antiguas tradiciones
y estos ojos míos, holgazanes,
no se acostumbran a la fantasía
de tu boca enardecida de rojos laureles.
Pretendes que vaguemos por bosques
y desiertos, que corramos
por la esperanza y sonríamos al sol
cuando somos ya, incienso que se consume.
No voy a preguntarte,
las cumbres no tienen razones
y tu mirada serena
en el crepúsculo de mi vida
es todo un mundo para descubrir
y conquistar en silencio.
Ginés Serrallo
¿Quién eres?,
me preguntaste.
La sombra de tus sueños, te respondi,
y volviste a preguntar
¿quién eres?
Soy la mano que tiende la esperanza.
Querías respuestas y no adivinanzas
e insistías en la misma pregunta,
yo repondía con la fe de la lluvia
en mis labios.
Soy la palabra que extiendes en el viento.
Tu cuerpo vibraba agitando tus pupilas
como si de un sueño se tratara,
y en tus manos, la brisa era manto
de primavera con aromas de otoño.
Indagabas con la mirada,
con el silencio, con el gesto
de intentar conocer el misterio
de la luz y su simiente.
Soy el bálsamo que tus manos extienden
Abriste el corazón para que fluyera la vida
y te hice montaña
y tu sangre ríos
y tu palabra vientos
y tus lágrimas lluvia
y fuiste la tierra donde sembrar el futuro.
Ginés Serrallo
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